El espacio urbano como desarticulador de lo humano es un concepto común a muchas metropolis que en los últimos años han sufrido transformaciones urbanísticas radicales, tanto sobre el tejido arquitectónico como el social. La Barcelona del nuevo milenio, ciudad-logo, es un ejemplo paradigmático de este tipo de cambio. En ella, el barrio de Poble Nou , históricamente atado a los procesos participativos obreros, se encuentra frente a un tipo de actuación espacial que ha destruído su tradición escalar de humanidad.

El trabajo fotográfico se presenta como un intento de desvelar la esterilidad de la renovada zona del Poble Nou, espacios donde se reduce el ciudadano a un simple transeunte, un lugar privado de su historia en el que los nuevos edificios ocupan, soberbios e imponentes, los espacios públicos ausentes de puntos de referencia social. La imagen fotográfica revela un espacio visionario, donde el protagonista por unos instantes se convierte en participante de la catástrofe y testigo directo de su misma proyección.